Christian Rojas: “hay que retirarse en el momento preciso”

Jinete chileno

ENTREVISTAS

10/27/20255 min read

Que Christian llegara a ser jinete era casi natural: dondequiera que estuviera, siempre había caballos alrededor. Desde sus abuelos hasta sus padres, tíos y primos, toda la familia estuvo vinculada a la hípica. En esos casos, cuando un niño crece entre botas, pantalones de montar, antiparras, cinchas, huascas y cascos, las posibilidades de que se convierta en jinete son altísimas. Si además tiene las condiciones físicas necesarias, es difícil que no lo sea. Así, con estudios, juegos y amistades ligados al mismo ambiente, se va normalizando la actividad. Como suele decirse que los hijos de payasos son payasos, también puede afirmarse con certeza que los hijos de jinetes, son jinetes.

Hace algunas décadas era común que los muchachos comenzaran a correr a los 14 o 15 años, ya que no existían políticas de protección a la infancia ni defensas tan estrictas de los derechos del niño. Christian Rojas no fue la excepción: debutó a los 14, bajo la férrea guía de su padre. Su estreno en sociedad fue en mayo de 1983, la fecha en que, como se decía antes, “se vistió de payaso”.

Tras cuatro reuniones consiguió su primera victoria, con Stanley, preparado por Nelson Bustos, en una cancha barrosa que nunca olvidará. Según él mismo cuenta, se limpiaba el barro de los ojos para ver cuánto faltaba para la meta. En esas condiciones todo parece ir en cámara lenta: miraba y miraba, y la meta no se acercaba. Luego, de golpe, todo ocurre en cámara rápida: la foto, los abrazos, el paso por la balanza, el bautizo. Son imágenes que permanecen para siempre.

Cuando Christian comunicó oficialmente que dejaría de correr, fue difícil de comprender, porque era de los que más quería seguir en la profesión. El 1 de mayo de 2021 disputó su última reunión, poniendo fin a una carrera en la que ganó dos clásicos de Grupo 1: el Tanteo de Potrancas —en la época en que Wolf y Memo lo ganaban todo— y con McQueen en 2013. Conversamos con él para saludarlo y responder a las preguntas de los aficionados que aún lo recuerdan.

—¿Cuánto tiempo llevas fuera de las pistas?
Ya van casi tres años y medio, más o menos.

—Siempre te preguntaba si ibas a echar de menos. ¿Fue así?
No. Como sigo vinculado a los caballos, la pregunta me la hacen mucho, pero siento que para correr hay que estar en un estado físico distinto, al 100%. Para ser jinete debes estar preparado mental y físicamente, y esas dos cosas son muy difíciles de mantener con la edad. Yo me retiré a los 53, ahora tengo 57, y los accidentes en mayores son más complicados.

—Recuerdo que parecías en condiciones de seguir corriendo. Me acuerdo también de la historia de Fernando Toro, cuando un día sonó el despertador y decidió no levantarse más, diciéndole a su señora “hasta aquí llegué”.
A los jinetes nos pasa algo parecido. En mi caso, cuando ya no montas caballos con chance y sigues arriesgando lo mismo en ejemplares sin posibilidades, te das cuenta de que tu negocio no va a cambiar. Aunque físicamente yo me sentía en condiciones, sabía que si no tenía caballos competitivos, no podía seguir. Esa fue mi razón: mirar con tranquilidad la realidad.

—Hay jinetes que siguieron, incluso discutiendo con los preparadores porque no los ponían a correr. ¿Cómo lo viviste tú?
Muchos no quisieron darse cuenta de que su tiempo había pasado. A mí me tomó en plena pandemia, cuando era difícil trabajar o acceder a los corrales. Eso también influyó. Yo nunca fui de galopar muchos caballos, sí de trabajar en silla, y en pandemia se necesitaba más galopar. Sentí que no tenía sentido forzar algo que ya no disfrutaba igual. No me arrepiento de nada.

—¿Fue una decisión familiar?
No exactamente. Fue muy personal. Estuve un par de días pensativo y luego se lo comenté a Marcia. Me puse triste porque sabía que dejaba mi pasión, pero ella siempre me apoyó. Comprendí que era difícil seguir montando caballos sin opciones. En esta profesión, cuando pasas de moda, te reemplazan rápido. Preferí anticiparme antes de que me juzgaran por no rendir.

—¿Y ahora, cómo estás?
Bien, en lo que me gusta. Los caballos han sido mi vida desde los 11 años. A los 13 fui cuidador, a los 14 comencé a correr, y aún sigo ligado a ellos. Pero necesito tomarme un tiempo.

—¿A dónde piensas ir?
Tengo que hacer un viaje por un tema familiar y revisar mi jubilación en Estados Unidos, donde trabajé más de 20 años. Eso se gestiona a los 65 o 66, así que no me apuro.

—¿Vas acompañado?
Sí. La última vez estuve tres años viviendo allá con Marcia y le encantó. Por asuntos familiares volvimos, pero no descartamos regresar algún día, aunque sea por temporadas.

—Sabes que tienes una mujer maravillosa. Cuando corrías, yo la veía grabándote, siguiéndote con entusiasmo, como una adolescente con el celular en la mano.
Sí, tenemos una relación muy especial. Éramos vecinos, siempre pololeamos, luego ella se fue a España y yo tuve otra relación. Me casé, me divorcié, y fue Facebook lo que nos reencontró. Hoy llevamos 15 años juntos.

—Respecto a la caída del jinete Fernando Moreno el 4 de septiembre, con las cámaras actuales es difícil saber qué ocurrió exactamente. Siempre has querido enseñar a tus colegas. ¿Cómo lo analizas?
Lo conversé con Luis Torres: él dice que el muchacho venía en mala posición y se enredó. Luis Adrián piensa distinto, que lo apretaron desde afuera. El preparador, en cambio, sostiene que la caída fue más adelante. Para mí, todos tienen parte de razón. Falta experiencia en los comisarios, gente capaz de definir técnicamente lo sucedido. Situaciones como las curvas de 700 metros, más peligrosas que las de 900, siguen afectando la seguridad de la hípica.

—Pero Christian, eso ha pasado siempre. Recuerda al primer comisario en Chile, Manuel Quezada, el histórico jinete de Filibustero en los años 40.
Sí, ya hemos tenido jinetes como comisarios, como Fernando Díaz o Mauricio Figueroa. Creo que a Mauricio le falta alguien con quien compartir experiencias. Si me das un pito para arbitrar y luego me dices qué cobrar, te lo devuelvo y te digo “arbitra tú”.

—Tal vez el trabajo debería ser mancomunado, con jinetes y expertos que no hayan corrido pero saben ver carreras. ¿Cómo se debería hacer?
Se trata de combinar criterios y conocimientos distintos. Por ejemplo, las sanciones deberían analizarse al día siguiente, no justo tras la carrera, cuando los jinetes llevan horas sin comer ni beber, sometidos a sauna y con la adrenalina a mil. En esas condiciones es imposible que respondan con claridad. Nos falta ampliar la mirada: muchos jinetes y preparadores chilenos corren afuera y tienen otras perspectivas que deberíamos aprovechar.

—¿Esa mancomunión debería llevarnos a una hípica mejor?
Sí. El objetivo es que los jinetes se respeten, que se reduzca el riesgo en carrera, que no veamos caballos desde el partidor 18 cerrando en la baranda, con peligro de caídas. Eso se logra con tiempo, conversación y capacitación constante.

—¿Están corriendo con mucha presión los jinetes?
Muchísima. Un ejemplo: un jinete queda encajonado, se desespera y busca cualquier salida, porque sabe que si falla, difícilmente montará a ese caballo otra vez. Se vive bajo presión permanente, con la errada idea de que el jinete debe arriesgarlo todo en cada carrera.